¿Alguna vez se han puesto a pensar qué sucedería si su auto no tuviera un tablero con indicadores de velocidad, de las rpm del motor, de la cantidad de gasolina en el tanque, del estado de la batería, de la cantidad de aceite, del estado del sistema de frenos, etc?, ¿seríamos capaces de conducir nuestro vehículo, ya no digamos de forma óptima, sino mínimamente de manera que éste no se quedara eventualmente parado sin razón aparente y sin previo aviso?, ¿podríamos saber si existe una falla que nos requiere una acción inmediata, para así evitar poner en riesgo nuestra llegada al destino deseado?
De la misma manera, y usando la analogía del automóvil, toda organización, sin importar su giro, requiere igualmente de indicadores para su toma de decisiones, de manera que éstas, orientadas hacia objetivos claros, pero también a través de la información de su estado actual (descrito a través de sus indicadores), le permitan llegar al rumbo que la organización se haya fijado. Sin este ingrediente básico, no habrá organización que pueda llegar a su destino, como tampoco controlar y menos mejorar su actividad diaria. El uso de indicadores de desempeño está ampliamente extendido en las organizaciones privadas, en donde cada individuo tiene asignados objetivos a cumplir, los cuales son evaluados de manera periódica a través de sus indicadores de desempeño. De esta forma, la persona sabe en cualquier momento si el resultado de su trabajo es satisfactorio o no y si requiere hacer modificaciones o mejoras en su actividad para asegurarse de llegar a sus objetivos.
Y ¿qué hay del sector público?, ¿se manejan indicadores de desempeño para el logro de objetivos?, ¿las actividades se orientan hacia objetivos claros y los resultados se evalúan periódicamente?, ¿cómo sabe un servidor público cualquiera si está llevando a cabo su trabajo de manera adecuada?, ¿qué priva en este sector, la medición objetiva y en consecuancia la mejora o la prebenda política como base para la actividad?
Un ejemplo: la Cámara de Diputados del estado de San Luis Potosí (actualmente la LIX Legislatura), no tiene establecidos indicadores de desempeño para los diputados, ni en lo particular, ni como bancadas, ni como legislatura. A lo más se pueden encontrar para algunas bancadas lo que aquellas denominan como “agendas legislativas”, que son documentos llenos de buenos deseos que no mencionan en ningún caso cuáles serán los objetivos (claros y medibles) y mucho menos cuáles los indicadores que la bancada en cuestión utilizará para asegurar que sus objetivos se cumplan. Entonces, ¿cómo sabemos los ciudadanos cuál es el desempeño de los diputados del estado?, ¿y cómo lo saben ellos?, entonces ¿qué orienta hoy el trabajo legislativo del estado?
El no poder encontrar respuestas a estas preguntas tan básicas nos debería llenar a todos los ciudadanos de una enorme incertidumbre, pero sobre todo, debería movernos a exigir un cambio en la forma en la que hoy, instituciones clave para el desarrollo de un estado, como lo es el congreso local, orientan y gestionan su actividad, a través del establecimiento de objetivos e indicadores para su constante evaluación y mejora. De otra manera nuestro auto (marca «Incipiente Democracia») va a dejar de funcionar en cualquier momento sin que nos demos cuenta, ¿o es que todavía funciona hoy?